jueves, 27 de noviembre de 2008

¿Qué corno es la igualdad de oportunidades?


Imaginemos un chico de 10 años. Imaginemos que siente alguna atracción por la música, por ejemplo: le gusta como suena el triangulito. Ahora imaginemos que el muchachito tuvo la suerte de nacer en Oslo o en Amsterdam. El nivel de desarrollo de su país le permitirá convertirse problablemente en intérprete de triangulito de las sinfónicas nacionales correspondientes, integrar un quinteto de percusión con otros chicos que ejecutan cencerro del monte, raspa-raspa, platillos y toc-toc (de cedro). Seguramente, sus padres se darán cuenta de su potencial talento para el triangulito y el colegio medirá su potencial, integrándolo rápidamente a la orquesta; será becado y una navidad, entre copos de nieve, leños encendidos y la fantasía intacta, recibirá de San Nicolás (o Papá Noel, o Santa Claus o los Padres si usted lo prefiere) un hermoso triangulito afinado en mi bemol.
He aquí un extremo. Tal vez el extremo al que habría que aspirar aunque quizá con ciertas reservas.

Imaginemos al mismo chico con el mismo talento pero naciendo en Somalía o Burundi. Su expectativa vocacional será proporcional a sus habilidades y su capacidad para la supervivencia. Su interés por el triangulito deberá ser postergado por su necesidad de alimentarse y no contraer ninguna enfermedad mortal o decisiva para su desarrollo. Tal vez ese niño muera sin saber que tiene un talento y una vocación.
Es el otro extremo; el de las fotos conmovedoras de panzas hinchadas de vacío y ojos brillantes libados por las moscas.

Dados los extremos podremos marcar un punto intermedio sin que necesariamente constituya el fiel de esta balanza. Imaginemos al niño que pensamos realizándose en Noruega u Holanda y que vimos sobrevivir con suerte en el África y trasladémoslo por ejemplo a Latinoamérica. Será seguramente un niño movedizo y activo que sintiendo especial predilección por el sonido del instrumento, no vacilará en inventarse uno aunque sea con tres ramitas caídas de un árbol (por una razón obvia, la sonoridad del triangulito “fato in casa” no tiene un pito a la vela que ver con la mágica sonoridad de un triangulito Honner calibrado y afinado en mi bemol).
El chico recorrerá las calles pegándole al triangulito e imitando su sonido con la boca; se interesará sobre cómo participar de una orquesta; comprobará que para tocar el triangulito en una orquesta primero debería conseguir terminar los estudios ya que hay muy pocas escuelas que brinden buena educación completa y que destaquen por su orientación musical; una vez terminados los estudios, comprenderá que tiene que conseguirse un trabajo porque tocar el triangulito en la banda no le alcanza para vivir y mucho menos si quiere tener una familia o comprarse una casa; entonces y siempre que Dios esté de su lado, conseguirá trabajo en una compañía de seguros, un banco, una estación de servicio, un delivery un call center o un supermercado perdiendo de a poco su talento en esta otra postergación –no tan terrible como el extremo anterior- pero igualmente injusta y frustrante. Tal vez algún día, cuando se jubile, logre acordarse de que cuando era pequeño tenía una cierta inclinación por “algo” vinculado a la música. Será ya un vejete frustrado que habrá pasado gran parte de su vida preparándose para –en algún momento- poder vivir mejor.
Yo no digo que todos los niños de 10 años a los que les gusta el triangulito respondan a los tres prototipos planteados, pero aún con la ironía, la exageración y hasta –le puedo aceptar- el mal gusto de mi parte, ¿no es este relato prueba suficiente de que hay que repensar el mundo desde otros valores?
Chau.

martes, 25 de noviembre de 2008

¡Salvemos a los bancos, salvemos a los bancos!


Voy a ser claro. ¿Dónde está la intelectualidad progresista del mundo propiciando un cambio de paradigmas a la luz del fracaso de la fantochada consumista?¿ Por qué se han destinado miles de millones de dólares para salvar a los Bancos que más han especulado y a nadie se le cae un mango para paliar el hambre y las epidemias en el mundo?
Porque salvar a esas criaturas no es negocio.
Bueno, yo podría oponerme a esa idea desde el riñón mismo del sistema capitalista y todavía tratar a sus mentores de ineptos, ineficaces e ineficientes por no cumplir con un simple argumento creado por ellos mismos a saber:
“Tenemos territorio, tenemos gente, tenemos un mercado”
El África es un mercado potencial para vender desde zapatillas hasta televisores de plasma de acá a 25 años, y desarrollar ese mercado implica una inversión fuerte, aunque no tanto como la que se destina sin miramientos a salvar al sistema financiero. ¡Qué sentido de la oportunidad que tienen estos tipos! ¿no?
Pero más allá de culpar a los papás de la criatura, me espanta la pasividad de los tipos que mueven la “sesera” en el mundo. Los intelectuales están callados cuando deberían exigir a voz en cuello que esta farsa termine, que podamos vivir en un mundo donde la evolución no se mida únicamente por los avances de la tecnología, un mundo más justo en el que el dinero no sea la única variable a considerar.
Pasaron 2008 años desde la venida del Cristo y todavía no llegamos a avanzar un casillerito en el tablero. Las sociedades siguen esclavizadas ya por la vía del trabajo, ya por la de la falta de oportunidades.
Estoy enojado con este mundo torpe y genuflexo en el que vivimos entrampados por la comodidad y la inacción.
Estoy enojado y triste, sobre todo porque mientras yo escribía esto y usted lo leía, no se cayó ningún banco pero sí se murieron aproximadamente 89 niños en el planeta.
Chau.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Libro de Poemas -


Bueno, les informo que estoy contentísimo con mi libro.
En esta dirección pueden ver la publicidad que hizo la editorial.
Gracias por los comentarios a todos los que ya lo leyeron.
Chau.

http://www.deloscuatrovientos.com.ar/libros/poesia/garcia_pablo.html

viernes, 21 de noviembre de 2008

Argentina es “Macayista”


Prendo la tele, hago zapping, es domingo, paro en el fútbol. Juegan Argentinos Juniors y Velez. Entonces mandan cinco tomas de la misma jugada, en cámara lenta, en ángulo invertido, desde atrás del arco, desde adelante, desde arriba. La jugada no me mueve un pelo, en realidad avanza Pandolfietti (no puedo dar fe del apellido pero sonaba parecido) avanza Pandolfietti decía, elude a uno, entra al área poblada de camisetas de los dos cuadros, gira, amaga.. y ...se cae. Eso es todo. ¡Malísimo Pandolfietti!, pienso, ¡un crotto!, y escucho, acompañando la eterna reiteración de imágenes de Pandolfietti cayendo, como si fuera la voz del mismo Dios, el comentario certero de Macaya Márquez. En su discurso, Macaya plantea que:

1.- Pandolfietti encaró mal al defensor.
2.- Se cae sólo, nadie lo toca.
3.- Cuando produce el giro, se ve claramente cómo se desequilibra.
4.- Si en lugar de girar hacia la izquierda giraba hacia la derecha podía descargar en Priggiani que estaba mejor perfilado que él para pegarle con la cara interna del pié derecho y convertir.

No voy a desmenuzar tales comentarios esclarecedores sobre la imagen de una jugada totalmente irrelevante que acabo de ver cinco veces con mis propios ojos. No lo conozco personalmente pero Macaya Márquez parece un tipo sobrio, serio, creíble. Debe ser un buen tipo que sin quererlo representa uno de los rasgos de nuestra sociedad, ese talento tan argentino que supone el análisis inagotable de lo que acaba de pasar (relevante o no) asociado al postulado de un sinfín de opciones superadoras de lo que pasó, con el siguiente olvido permanente de la cosa hasta que amaine o sea políticamente correcto recordarlo. El relato de los hechos (con mayor o menor intencionalidad) y la creatividad ingenuamente aplicada hacia el pasado. Por un lado lo que fue y a continuación una suerte de traducción al idioma de lo que pudo y debió haber sido.
Somos una sociedad que se expresa con el pasado imperfecto, el potencial y el subjuntivo, algo así como: “Mi abuelo era hombre; si hubiera sido mujer podría o no haber sido mi abuela”, o en términos más académicos: “Sócrates era filósofo, si hubiera pensado sobre la reproducción del tatú carreta no lo hubieran matado con cicuta sino a patadas en el traste”.

En términos de ecuación sería:
1.- Análisis del pasado (apasionado, subjetivo y políticamente correcto)
2.- Planteo de hipótesis de acción vinculadas (si hubiéramos hecho esto o lo otro, bla bla bla)
3.- Conclusión (reconversión del fracaso real y rotundo habitual en un éxito potencial clarísimo)

No sé muy bien por qué, pero tengo la sensación de que el modelo “Macayeano” no contribuye a producir sino palabrerío. Que me disculpe Enrique que es un destacado periodista deportivo del que estoy tomando un aspecto para calzárnoslo como sociedad. No es una crítica a su desempeño sino una observación sobre esta sociedad que me y nos contiene. (En machazo error incurriríamos si pensáramos que la argentinidad y los rasgos de la sociedad argentina nos son ajenos porque somos unos esclarecidos de la hostia).
Les propongo seguir ahondando esta visión sobre los rasgos actuales de nuestra sociedad, para después definir consensuadamente los esperables y tratar de construir el puente de oro entre lo que somos realmente y lo que algún día queremos llegar a ser.
Mis últimas palabras para Pandolfietti quien habiendo nacido en estas latitudes y teniendo la suerte de poder hacer lo que quiere, lo hace tan pero tan mal sin que nadie repare en su escasa eficiencia a la hora de cumplir con su misión.
Chau.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La isoterma de enero era mentira


Todo se concentraba en aprender unas cuantas definiciones más o menos complejas (generalmente más complejas cuando definían las cosas más simples y viceversa). La creatividad que ha tenido alguna gente para inventarse teorías y modelos de representación en esta avanzada del conocimiento sobre la humanidad, no tiene parangón ni siquiera en el mundo del arte. Por ejemplo el que decidió graficar las isotermas. El tipo jamás se habrá imaginado que generaciones completas iban a padecer marcando con el dedito en un mapa la línea de temperaturas que recorre los distintos continentes!!!. Tuve suerte porque a pesar de tanta energía derramada en cosas como esa (en lugar de estudiar el concepto había que esmerarse en recordar si la línea pasaba por New Orleans, Toronto o Massachusets) también había tiempo para enseñarnos a pensar (o al menos hoy creo que pienso) y como de nuestra panza y de los valores básicos de la convivencia se ocupaban en casa, la escuela era el lugar que nos nivelaba y nos ayudaba a crecer.
No sé muy bien cuanto duran las estructuras curriculares, ni quien decide que enseñar y que no, pero me parece que el objetivo final de la escuela anda medio perdido de vista. La Educación que debiera constituir una política de estado, anda de aquí para allá esperando un marco definitivo en el que anclar para terminar con el más grave problema de largo plazo que azota a la república. El hambre, la violencia, la ineficiencia de las empresas, la mediocridad de los servicios de salud y la solidaridad ausente; el egoísmo y el fanatismo que hoy nos definen, tienen su base en la falta de educación de todos y cada uno de los que componemos esta nación.
Tal vez en aquellas mañanas en las que revisaba una y otra vez si mi dedo recorría bien la línea de las temperaturas del continente, hubiera sido mejor que mis responsabilidades hubieran tenido otro formato y requerido de otros esfuerzos. Como nada es para siempre, aquella isoterma de enero varió significativamente por el calentamiento global y el efecto invernadero. Tal vez podamos entre todos lograr que la pictórica línea del hambre, la miseria y la violencia, desaparezcan dando lugar a la de la igualdad de oportunidades, el respeto y la auténtica construcción de una nación.
Chau.

martes, 18 de noviembre de 2008

Importancia de la salita azul en el desarrollo de un argentino


El problema se limitaba a aprender algunas cosas elementales, jugar bastante con diversos elementos, tomar la leche, correr en el patio y ser felices. Ese era el mandato que nos daba el "jardín de infantes" o en mi caso el "Infantil" (a decir verdad me sentía como un bicho raro yendo a ese lugar con nombre de diagnóstico cuando todos en el barrio iban simplemente al "jardín").
No voy a contar el anecdotario completo de aquellos días pero sí quiero reflexionar sobre el valor primordial de esa etapa de la vida. Hoy le llamaríamos la "escolarización" en este ejercicio de definir las cosas con nombres rimbombantes.
Teníamos una orquesta infantil en la que cada uno hacía ruido con algún chirimbolo. Nos enseñaron inglés (aunque hoy sigo asociando la palabra "remember" a la más familiar "remera", y lo que es peor, cuando escucho "remember" evoco automáticamente una que tenía, rayadita en marrón y verde).
Después la cosa se fue perfeccionando entre los avances de la pedagogía y las ciencias de la educación. Del Jardín y el Infantil que nos enseñaban a ser libres y creativos a las "guarderías" y la departamentalización en"salitas" de hoy en día donde abundan los rincones de juegos para que los chicos vayan descubriendo sus propios gustos y aprendiendo de un modo mucho más estructural.
Y como la vida cambió, tengo para mí y escucho puntos de vista distintos, que debieron crecer desmesuradamente los lugares que sin eufemismos llamaré guardaderos y entretenederos de pibes cuyos padres deben salir a trabajar buscando parar la olla partidos por la culpa y el afán profesionalizador.
Este es un punto de partida para empezar a pensar, a buscar la verdad, a indagar y discutir sobre la educación de la sociedad que conformamos. Sobre quién es el responsable de enseñar "sentido común" y "normas de convicencia" a nuestros niños.
Creo oportuno empezar este blog proponiendo que cada quien exponga en este sencillo espacio cual es su opinión sobre este tema que considero crucial para poder constituir una sociedad en serio más allá del patrioterismo berrreta o el nacionalismo de pacotilla que se nos despierta cada vez que juega la selección nacional.