lunes, 23 de febrero de 2009

Visiones de una idea que tan solo pide acción

Yo soy una idea que recorre el mundo llevada por el viento, impensada por nadie pero a la vez universal, una idea sin mayor entidad que la de un clamor. Tampoco soy la creatividad absoluta. Podría decirse sí que soy una idea humilde, salida de una fuente simple. No una elaboración basada en los pensadores clásicos cuyos conceptos se reciclan en cada momento de la historia de acuerdo a la moda. Soy una noble idea de un tipo que anda suelto por el mundo cuestionando, como tantos otros, los brillos de una gloria falsa, construida en la injusticia, declamada por la esencia misma de la demagogia y tan insípida como el olvido; la gloria del mundo que aprendimos a vivir cuando nos olvidamos de buscar la verdadera gloria infinita, única e irrepetible del segundo mismo que estamos viviendo.

Como en mi relato, la trampa elíptica por la que atravesó la humanidad vuelve por su víctima y ha de cobrársela después de una maravillosa voltereta, agitando la capa en el aire en una “Verónica” que esconde como estocada final la miseria y la destrucción del planeta.

Muerte que te frotas alborotada sobre una humanidad de idiotas soberbios que –como monos- se quedan sin banana por no abrir la mano1. Muerte indigna que te acuestas con la ignorancia y le haces robustos hijos torpes y engreídos. Muerte; puta muerte que te nos vienes encima con cada niño en riesgo. Muerte, idiotez, holocausto; fin de esta simpática especie sumida en la hipocresía y la necedad por el poder de los soberbios.

He visto muchas cosas aún sin haberme movido de mi pueblo. He visto helicópteros tirando alimentos sobre Somalía, he visto metrallas y contrametrallas matando gente y lo que es peor, he visto fanáticos de las unas y de las otras, maquinarias todas de la estupidez que nos lleva a la muerte. Y tiranos y rebeldes; y señoras que vuelan por el aire para que se reivindique una causa. Y tanques de la OTAN y de la ONU hermanados en esa hedionda conjunción de olor pólvora y carne quemadas.

Debo ser una idea algo burguesa que por estar sentada en un típico living de clase media merezca el olvido en un mundo que se debate por vivir mejor de la peor manera posible. Después de todo... ¿qué puedo aportar yo a tan noble y justa empresa?¿qué poder puedo poseer sino el menospreciado poder de las ideas en un mundo pragmático?¿dónde dejé el control remoto del televisor?.

He visto el mayo francés y la liberación de Berlín, he visto a Nagasaky y a Chernobyl, he visto grandes catástrofes en los pequeños ojos de cualquier niño. No los del más pobre de los niños sino los de cualquier niño.

Y he escuchado al poderoso jugar con las palabras prometiendo desarrollo e igualdad mientras su nefasta mano compra y vende fusiles en el mercado negro de la muerte, pagando revoluciones y atentados que justifiquen su poder rector del universo.

Sé que mi fuerza ha de consistir en replicarme; en reproducirme en cabezas mediocres que solo aspiren a vivir mejor como yo lo aspiro y que coincidan en que ese mejor vivir pasa por el rescate de la paz y la armonía, la comprensión y el nutritivo intercambio entre culturas. Me haré visible sólo cuando ellos entiendan que hay que empezar por salvar a la niñez y terminar con el grotesco alarde de fuerza física tan primitivo, tan muscular y tan poco pertinente después de miles de años de pretendida evolución de la humanidad.

¿Alguien quiere una revolución en serio?¿ una cuyo sentido sea verdaderamente positivo? Yo propongo una que no se basa en medir el poder de las escopetitas sino en pensar, en acordar, en reclamar la paz por verdaderos caminos de paz. La revolución de los niños que necesitan alimento, salud y educación y no discriminatorios planes de asistencia que fortalezcan gobiernos y poderes demagógicos. Porque cada niño que así se muere es nuestro niño.

Propongo la revolución de la leche y el pan, la revolución del conocimiento y la salud entrando en millones de pequeños del mundo y logrando definitivamente lo que ningún sistema político ha podido lograr; la justicia entendida como verdadera igualdad de oportunidades independientemente de las latitudes y las patrias, conceptos mezquinos que justifican y engordan tanta desigualdad.

Algún día vi a los políticos del mundo alzando criaturas en barrios carenciados. He visto al mismo emperador abrazando a dos niñas en Nueva Orleáns después de la catástrofe y al patriarca comandante levantando bebes en La Habana. Y saben ellos que esos niños solo sirven como argumentos para aumentar su popularidad y los levantan para ofrecerles migajas; promesas y migajas. Porque los macro problemas no se resuelven con micro soluciones y después de todo... las cámaras de la CNN están por ahí registrándolo todo y quizá los niños levantados inclinen la balanza de la estadística como aislados números en este mundo cruel así que ¿para qué preocuparse por su futuro?.

¿No será acaso que la humanidad sigue pensando que para que haya un amo deben haber vasallos?¿podemos ser tan básicos como para no haber trascendido aún el rudimento lógico maniqueo de que las cosas tienen sentido por el opuesto?

Pan, libros, leche y salud. Aunque los niños no sean negocio.

Eh Norteamérica, eh Inglaterra! ¿de qué os servirán el oro y las balas cuando el fuego lo arrase todo? . Eh Al qaeda! ¿de qué os sirve que muera un solo justo más por vuestra causa justa?. Eh nuevos ricos del mundo! ¿de qué os sirve llenaros de confort si os habéis convertido en sociedades gerenciales en las que ya nadie quiere hacer el noble trabajo duro? ¿por qué abusáis así de vuestra mano de obra africana? ¿por qué la convocáis a trabajar y le escupís el rostro al final de cada jornada?¿Tan pronto olvidasteis vuestra propia hambruna?

Creo que soy una torpe idea con el control remoto del televisor en la mano, agotada en su propia utopía pero no improcedente. Una idea llena de ganas pero cansada de abusos. Una simple y terrible idea de futuro que asfixia y devuelve a la vez la esperanza. Eh ciudadano del mundo!! ¿no compartes nada de lo que digo?.

Pan, libros, leche y salud para los niños.

Conciencia, participación y acción, después de todo las grandes causas se logran con pequeños pasos. Un litro de leche, un poco de pan, un cuento a contar y una revisión médica elemental. Si no hay gobierno que pueda organizar algo tan simple como eso debe haber al menos ciudadanos del mundo dispuestos a hacerlo sin la necesidad de una orden, una imposición, una ley o una campaña publicitaria. ¿O debo pensar que las marchas contra las cumbres de los gobiernos y la globalización también buscan con avaricia y estrechez su miserable cuota de poder político?

¿Dónde estáis ahora piadosos religiosos en lugar de ayudar al prójimo verdadero que muere de hambre? ¿quizá os habéis quedado paralizados en vuestros pequeños ritos mientras los dioses se retuercen de dolor esperando vuestra acción? ¿qué ejemplo vais a seguir, el de la pompa y el boato o el de Teresa de Calcuta entregándose por cada uno de sus enfermos? ¿Y tú judío que guardas el sabbat?¿qué dirían tus patriarcas frente a la observancia de tantos ritos si tu puño se cierra a la cooperación con los distintos?¿no discriminas tu a los diferentes, no te regodeas aún en tu propia discriminación? ¿y tú musulmán vengativo, qué te diferencia del resto de la humanidad? ¿y tu hijo de buda? mata una de esas vacas que caminan entre tu pueblo y dales comida a tus niños que ningún Dios va a alzarse contra ti!.

En la cúspide de nuestra soberbia hemos concebido dioses a nuestra imagen y semejanza. Necios Dioses que parecen callarse ante la injusticia. Dioses deterministas que nos liberan de las culpas terribles y nos castigan por estupideces. Hemos concebido religiones para ocultarnos y justificar nuestro verdadero pecado de impericia humana. Todos lo hemos hecho pero te invito, profeses la fe que profeses, a dejar de lado la religión de la idiotez en la que la forma puede más que el fondo, en la que la soberbia propia puede más que la divinidad, en la que los ritos disfrazan nuestras propias miserias. ¿O es acaso que tu Dios no tiene sentido común?

Pan, libros, leche y salud para los niños porque su inocencia y su pureza agradan a tu Dios.

Sigue tu camino y tus creencias pero no olvides al otro.

Soy una idea demasiado transparente para un mundo tan rebuscado. Una piedra en el zapato de tu cabeza, una mosca que zumba cerca de tu oído. Soy una idea estúpida en un mundo en el que sólo se aceptan ideas brillantes. Nada, una pequeña idea tan cotidiana como el aseo. Una inofensiva idea que necesita imperiosamente de ti para hacerse realidad.

No tengo los micrófonos de las grandes cadenas. Su negocio es mostrar aquello que yo quiero extinguir, ojos libados por las verdes moscas sedientas del desierto, barrigas inflamadas de vacío; comandantes de 10 años armados hasta los dientes; infancias sin ilusiones, fantasmas de los niños en lugar de ángeles, llantos desconsolados por la tirana opresión y los espantos de la enfermedad. No salgo en los diarios morbosos de la tarde. No comulgo con la corporación periodística ni con el capítulo 32 de la guerra -siempre justa- del que paga. No soy una idea mercenaria pero sí una idea libertaria que busca expandirse para convertirse en realidad. A diferencia de los medios yo te lo digo: ¡necesito tu cerebro!

Pan, libros, leche y salud sin fotografías ni declaraciones ampulosas en ruedas de prensa.

Virtudes y talentos apagados, quizá alguno fuera el salvador del mundo. Quizá un famoso actor o un concertista prodigioso. Capacidades eclipsadas por bacterias. El genial científico y la bailarina, el astro del fútbol y la maestra rural sucumbiendo frente a la indiferencia del mundo. Vientres hinchados de vacío encaminados demasiado rápido hacia la muerte. Lágrimas que por valer menos que una munición se convierten rápidamente en estadística.

Hombre, mira tus manos y haz algo, lo que puedas y cuando puedas. Haz algo por ti y por tu niño. No sólo por el que come a tu mesa cada día, también por aquel que no conoces. No des limosna sino atención, habla con él, ofrécele algo de comida, escúchalo. La moneda ofende lo más profundo del alma de ese niño que se acerca a ti y que eres tú mismo ¡no lo corrompas ni lo prostituyas!. El metal frío y vanidoso no sirve de nada cuando uno tiene desgarrada el alma.

Hoy se han muerto dos mil niños en el mundo por las peores pandemias que se han conocido en la historia de esta humanidad: La negligencia y la ambición.

Soy una idea utópica, estúpida. Me tildan de reclamo inútil, hasta me culpan por mi esencia. O me responden las mismas cosas de siempre...”qué puedo hacer yo”... “y... si el gobierno no hace nada...”...”yo dono mi ropa a la iglesia”...

Soy una idea exigente pero postulo un diagnóstico y también una solución. Visto que ningún problema se soluciona sino por el principio, no pido que salvéis a todos los niños ni que robes tiempo a tus quehaceres ni que te partas de altruismo. Sólo pido un poco de tu conciencia, lo mínimo; acaso una reflexión.

Si cada uno de nosotros pensara en ese niño de la esquina, en el que rebota de auto en auto pidiendo una caricia con la excusa de mendigar monedas, ¡pidiendo comprensión y ayuda con sus manecitas sucias!. Pero el semáforo está por cambiar... cambia... cambió.

Yo sé de mí que soy una idea molesta. Sé que pensarme tal vez te de impotencia, frustración y dolor. Mátame de acción y haz lo que puedas. Lleva caramelos, abraza a un niño, dile algo distinto pero ya no le digas “no”...

Si cambio mi actitud personal hacia el sufrimiento y colaboro mínimamente con el que sufre, tal vez mi vecino haga lo propio y el vecino de mi vecino, y el de más allá. Y tal vez yo pueda cruzar océanos y cordilleras llevado por todos los vecinos de esta especie para que cambiando algo simple logremos cambiar el mundo. Ese es el verdadero poder del hombre común.

Pan, libros, leche y salud no servirían sin tu grandeza.

“Pequeño... si... tú... el que duerme dentro de cada adulto... el que sueña con una vida feliz... el que se apasiona y se ilusiona...¿cuál es tu nombre?... necesito honrarlo... ¿y cuál será tu destino sino el destino de la humanidad?...”

1 Referido a una de las pruebas de medición de inteligencia animal que se hace con monos a los que se les pone una fruta detrás de un obstáculo de modo que su mano extendida puede atravesarlo pero una vez asido el objeto les sea imposible retirarla. Si el mono no encuentra un modo creativo de obtener su premio, por más que se aferre a la fruta no podrá retirarla del aparejo. Por extensión morirá de hambre aún teniendo la solución al problema en sus manos.

jueves, 5 de febrero de 2009

Papá, papá... ¿qué es la globalización?

Corrían otros tiempos. Los “locos de la azotea” hacían de las suyas para transmitir sonidos sin ningún cable, compitiendo con la tecnología de los investigadores norteamericanos. Apellidos como Suzini o Yankelevich no parecen importar demasiado a esta altura del nuevo milenio. La batalla por la radiodifusión en la que se anotaron desde siempre Marconi, Herz y Edison entre otros era llevada a cabo por unos pibes de barrio que con improvisadas antenas de alambre pretendían transmitir señales sonoras desde una terraza con ese rigor tan porteño de llegar “hasta lo más lejos posible”.

La radiofonía tuvo a la argentina como una de sus principales protagonistas. Todavía hoy no queda claro –más allá de la historia oficial que siempre necesita "mega-eventos" que la hagan creible- quién realizó la primera transmisión. Aquí fue la ópera “Bomarzo” sobre textos del inefable Manucho Mujica Lainez desde el Teatro Colón. Más tarde, cuando el acceso a los transmisores comenzó a popularizarse, la capital federal siguió los pormenores de una de las primeras “peleas del siglo” escuchando como Firpo “El toro salvaje de las pampas” sacaba del ring a trompada limpia al gringo Dempsey desde el Madison Square Garden aunque terminara perdiendo la pelea.

Eran los albores de la comunicación de masas y ya comenzaba a latir el germen del “compre y beba” que como un símbolo del modernismo dictaría las conductas consumistas a seguir en cada desprevenido hogar que tuviera su “radioreceptor”. Porque con mayor o menor inocencia las empresas y corporaciones comerciales comprendieron rápidamente la importancia de “convivir” con sus potenciales clientes a través de jingles y promesas que despertando el deseo despertaran también la ambición.

Por remontarme a un hecho, he anclado en esta primera experiencia de comunicación masiva, aunque tal vez la candidez del episodio distraiga al lector del objetivo de este trabajo. Quizá tuviera más impacto el planteo si uno tomara como germen de la globalización el afán comercial que llevó a los Fenicios a recorrer los mares en una inagotable e inconsciente “polinización cultural”. O aquel otro hecho en el que se estampó la suela de un tosco zapatón sobre el polvo lunar en un “pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad” que “vía satélite” compartió ni más ni menos que el 74,8 % de la población mundial.

Y por no extenderme no puedo referirme al espíritu expansionista que siempre acompañó a los más fuertes arribando a una suerte de globalización forzosa de los dominados. O al mismo Cristo (que no a la Iglesia Apostólica Romana) con sus enseñanzas sobre igualdad y el término “hermano” que parece haber aplicado por igual a sus seguidores cuanto a sus asesinos.

Algunas asociaciones de historiadores politizadas por la corta (o torpe) visión, sitúan el origen de la globalización en la caída del muro de Berlín. Utilizado como un ícono del capitalismo rescatando a una sociedad de disidentes oprimida por el régimen comunista, la imagen del muro desgarrándose atravesó el mundo, sepultando al monstruo que perdió la batalla y ensalzando al que la ganó. El episodio, sumado a la genial invención y masificación de la internet, tomó entonces visos fundacionales de un nuevo orden: un mundo sin antihéroes en el que "todo es posible para todos"; “El triunfo de la libertad” como se dio en llamar al episodio. Aunque en realidad habrá que analizar seriamente si las cosas fueron tan así.

Visualizar los hechos es diferente a visualizar los canales por los que se transmiten los hechos. La verdad, el hecho, lo ocurrido, se ve viciado por el interés de quien lo manipula como argumento, de quien lo expresa. Y si la internet es un fabuloso medio que favorece una verdadera comunicación global, no es menos cierto que detrás de cada hecho histórico están las personas, los individuos, esas singularidades únicas e irrepetibles que desde distintas plataformas y paradigmas construyen con su cotidiano accionar el mundo en el que vivimos. La realidad del mundo es la realidad de los hombres que lo componemos aquí y ahora, de modo tal que lo que una sola persona haga, repercutirá necesariamente en aquella realidad.


En la historia de la especie, está claro, ese pequeño impacto individual se ve eclipsado por los grandes acontecimientos sin que nadie parezca reparar en que estos hechos son asimismo producto de aquellas pequeñas individualidades que los avalan ya con la acción, ya con la omisión, ya con la aceptación, ya con la rebeldía.

Tal como está hoy el mundo, el círculo parece girar en este sentido: la globalización como espacio igualitario no puede ser posible sin inclusión. La inclusión no puede ser posible sin educación. La educación no puede ser posible sin políticas. Las políticas no pueden ser posibles sin estados nacionales. Los estados nacionales no pueden ser posibles sin independencia. La independencia no puede ser posible sin libertad. La libertad no puede ser posible sin igualdad. La igualdad no puede ser posible sin inclusión. Y vuelve a girar la rueda.

En el análisis fenomenológico de la globalización, se plantean oposiciones falaces, más por el temor a los cambios que por el rigor que debería caracterizarlas. Oponer las nacionalidades a la globalización es no entender el proceso. Esta deviene de aquellos y aquellos necesitan de esta. La una se nutre de los aportes diferentes de los otros, como un inmenso crisol que nos sitúa en los momentos posteriores inmediatos a la confusión del Babel Bíblico.

El vértigo de las últimas seis décadas, ha repercutido en importantes intercambios culturales a partir del desarrollo de tecnologías que han facilitado su aplicación. Esta interacción entre estados, ideologías, paradigmas, religiones y creencias ha venido acompañando el progreso humano y los cuantiosos efectos de ese roce se hacen notorios en la ampliación y no en la abolición de las cultural locales. Porque la globalización es más la expansión y el intercambio cultural que la adhesión a comportamientos y convicciones prefabricados, después de todo ¿quién podría arrogarse la capacidad de definir esos estándares?

El valor de este nuevo espacio está entonces en proceso permanente, nutriendo y nutriéndose de lo que cada persona como parte de un inconmensurable mosaico le pueda aportar. Como siempre.

“Un día la humanidad se levantó preocupada. Todos desayunaron, todos partieron hacia sus tareas, todos sabían y aprendían al mismo tiempo las mismas cosas. Solo había armonía porque todos pensaban igual. Todos trabajaban la misma cantidad de horas y tenían el mismo salario. El formato de la vida estaba estandarizado. La vida se había convertido en un hecho terriblemente predecible. Entonces uno de ellos, rebelde ante el aburrimiento, se descerrajó un tiro en la cabeza.
En los minutos siguientes se escuchó sobre la tierra una única explosión.¿Fue la individualidad o la globalización lo que terminó con la especie?