martes, 25 de noviembre de 2008

¡Salvemos a los bancos, salvemos a los bancos!


Voy a ser claro. ¿Dónde está la intelectualidad progresista del mundo propiciando un cambio de paradigmas a la luz del fracaso de la fantochada consumista?¿ Por qué se han destinado miles de millones de dólares para salvar a los Bancos que más han especulado y a nadie se le cae un mango para paliar el hambre y las epidemias en el mundo?
Porque salvar a esas criaturas no es negocio.
Bueno, yo podría oponerme a esa idea desde el riñón mismo del sistema capitalista y todavía tratar a sus mentores de ineptos, ineficaces e ineficientes por no cumplir con un simple argumento creado por ellos mismos a saber:
“Tenemos territorio, tenemos gente, tenemos un mercado”
El África es un mercado potencial para vender desde zapatillas hasta televisores de plasma de acá a 25 años, y desarrollar ese mercado implica una inversión fuerte, aunque no tanto como la que se destina sin miramientos a salvar al sistema financiero. ¡Qué sentido de la oportunidad que tienen estos tipos! ¿no?
Pero más allá de culpar a los papás de la criatura, me espanta la pasividad de los tipos que mueven la “sesera” en el mundo. Los intelectuales están callados cuando deberían exigir a voz en cuello que esta farsa termine, que podamos vivir en un mundo donde la evolución no se mida únicamente por los avances de la tecnología, un mundo más justo en el que el dinero no sea la única variable a considerar.
Pasaron 2008 años desde la venida del Cristo y todavía no llegamos a avanzar un casillerito en el tablero. Las sociedades siguen esclavizadas ya por la vía del trabajo, ya por la de la falta de oportunidades.
Estoy enojado con este mundo torpe y genuflexo en el que vivimos entrampados por la comodidad y la inacción.
Estoy enojado y triste, sobre todo porque mientras yo escribía esto y usted lo leía, no se cayó ningún banco pero sí se murieron aproximadamente 89 niños en el planeta.
Chau.

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